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La moda entonces vendría a cuestionar lo innato.

La moda, oxímoron entre contemporánea y atemporal, se revelaría contra la naturaleza coqueteando con imponer su propia ley.

La biología asigna un sexo, con la finalidad de asegurar la continuidad de una especie que paradójicamente debe mutar para adaptarse.

La moda sin embargo, responde al deseo y no oculta su destino de cambio permanente, construye en base a sus propias ideas y destruye al segundo aquello crea y luego objeta.

La moda se permite cuestionar todo, ir al límite, tocar fondo, resurgir y reinventarse.

Propone conceptos rebeldes, integra lo diverso, une lo diferente.

Transita el presente, en sus constantes transformaciones, con las que cuestiona su propio paradigma para reformular su apuesta.

Sin embargo, como todo misterio de la vida, puede que moda y naturaleza se encuentren “en su origen más arcaico”. Como menciona Heraclito “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Podríamos suponer entonces, que ambas se conectan en su matriz de constante cambio.

Así, la moda fluye, como el río. Permanentemente.

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